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En una entrevista de radio que me hicieron hace unos días, el amigo periodista que la conducía planteó un tema que me pareció de poca importancia, y se lo dije, sugiriendo que ojalá pudiéramos hablar de temas de fondo.
“¿Y qué es de fondo?” me preguntó.
Le sugerí dos temas, y he pensado en unos cuantos más.
Primero, le sugerí que deberíamos hablar de la enfermiza dependencia del poder político que asoma por todos lados y a cada momento en nuestras sociedades. Oímos afirmar continuamente que “el futuro del país depende del presidente de la República”. Lo he oído decir varias veces en los últimos días, hablando del presidente electo del Ecuador Daniel Noboa, y también de los señores Milei y Massa, anticipando la elección en segunda vuelta que se llevará a cabo en la Argentina el próximo 19 de noviembre.
Es obvio que quien ocupa la presidencia de un país tiene enorme influencia en cómo éste funciona y evoluciona, pero me parece una irresponsabilidad ciudadana afirmar que el bienestar y el futuro del país depende principalmente de su presidente o de su gobierno.
¿No somos, planteo, nosotros los ciudadanos los principales responsables? ¿Son el presidente de la República y el gobierno quienes van a detener la violación, todos los días, por sus propios padres, hermanos, tíos, y primos, de miles y miles de niñas y jóvenes mujeres? ¿Son el presidente de la República y el gobierno los que van a conseguir que paguen la manutención de sus hijos los miles y miles de padres irresponsables que los han abandonado y se hacen los locos cada mes? ¿Son el presidente de la República y el gobierno los que van a detener la violación de niñas por sus profesores, el robo de luz con conexiones clandestinas, la contaminación del aire por el hollín que emiten los tubos de escape de buses, camiones y camionetas, la contaminación de los ríos por residuos tóxicos que se arrojan desde plantas industriales, la masiva evasión de impuestos que, si se detuviese, permitiría invertir un siete a ocho por ciento del PIB anual en educación y en salud?
Y muchos responden que sí, que el presidente de la República y sus ministros, y los intendentes y la policía y los municipios y los jueces y etcétera … deben reprimir el mal comportamiento ciudadano, que se deben endurecer las penas, que se deben imponer castigos ejemplares.
Y yo planteo que ese enfoque de comando y control, que se viene intentando aplicar desde hace siglos, no ha dado ni está dando resultado, y que podríamos … más aún … deberíamos hablar de esto cuando nos sentamos frente a los micrófonos de una estación de radio. Deberíamos debatirlo, analizarlo, y desterrar la paralizante inhabilidad, tan manifiesta entre tantos y tantos de nosotros, para asumir nuestra condición de ciudadanos responsables, y no endilgarle al pobre penitente al que elegimos presidente todas las responsabilidades de nuestra sociedad.
Segundo, sugerí a mi amigo periodista que deberíamos conversar sobre el asfixiante dominio que el pensamiento marxista ejerce sobre nuestras sociedades. Le conté de la ocasión en que una señora de espléndida posición social y económica, muy elegante y enjoyada, hizo un comentario en una velada social que me llevó a preguntarle si realmente creía que el capitalismo es esencialmente explotador, y ella me respondió, en un tono que sugería que yo era un perfecto idiota por siquiera haber hecho la pregunta, que “por supuesto que el capitalismo es explotador”. “¡Por supuesto!” Ni siquiera “Yo creo …”
También esto es de fondo, y deberíamos hablar de ello. Ese dogma que el marxismo-leninismo ha logrado enraizar tan profundamente en las mentes de tantísimos entre nosotros es manifiestamente falso. Nace del error medular de toda la arquitectura conceptual marxista, la idea de que todo el valor que genera un proceso de producción resulta sola y exclusivamente del trabajo físico, y que, en consecuencia, el beneficio o mayor valor – la llamada plusvalía - de lo que sea que se ha producido pertenece legítimamente solo al trabajador físico, al obrero. El corolario es que, si derivan algún beneficio del proceso de producción los capitalistas dueños de las máquinas que usa ese obrero, o los que aportan ciencia, tecnología, administración, reciben alguna parte de esa plusvalía, están robándole y explotando a ese obrero.
La realidad … no esta burda tergiversación marxista de lo que ocurre, sino la realidad … es que es la coordinada y colaborativa intervención de todos los varios factores – obviamente el trabajo físico, pero también las máquinas y edificios del capitalista, la ciencia y tecnología que aportan los ingenieros, los procesos que aportan los administradores - contribuyen a producir mayor valor, y quienes hacen esas varias contribuciones tienen derecho a participar de los beneficios.
Que el capitalista en muchas ocasiones ha abusado de su mayor poder y se ha llevado una parte desproporcionada de esos beneficios es cierto. Pero no siempre lo ha sido ni lo es. Y en aquellos sistemas capitalistas en los que se establece un razonable equilibrio en la distribución de esos beneficios, es decir, en los que, en vez de verse como enemigos naturales, el capital y el trabajo cooperan, se ha generado históricamente, se genera actualmente, y se seguirá generando a futuro un constante incremento de productividad que permite que todos … todos … gocen de prosperidad y bienestar económico.
Y cabe agregar, conectando con el primer tema de fondo que sugerí a mi amigo periodista, que ese sano equilibrio en virtud del cual colaboran el capital y el trabajo en las sociedades más prósperas del mundo – Noruega, Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Suecia, Corea del Sur y tantas más – ese sano equilibrio, repito, no es establecido por el gobierno o el gobernante, sino por las propias partes, en continuo diálogo responsable.
Nuevamente, de esto debemos hablar, este es tema de fondo, y si lo hablamos y analizamos, lograremos desterrar una de las peores trabas al mejoramiento de las condiciones de nuestras sociedades, y podremos llegar a una racional comprensión de que, por un lado, los fundamentos teóricos del marxismo están demostrablemente equivocados, y por otro, que el capitalismo es potencial fuente de abundancia y productividad, en beneficio de todos, como ningún otro sistema de organización económica.
Más tarde, terminada ya la entrevista, pensé en otros temas de fondo que pediría a mi amigo periodista que por favor plantee en sus entrevistas:
- Mi propuesta, ya planteada en columnas anteriores, de que quienes no lo necesitamos y somos conscientes del daño que hace renunciemos al subsidio al gas doméstico.
- La perpetuación del machismo, del cual, irónicamente, son responsables muchas mujeres.
- La pregunta esencial de en qué consiste una buena educación.
- La pregunta de si el desarrollo de una consciencia moral es factible a golpes y con miedo al castigo, o si ese tradicional camino es más bien totalmente contraproducente.
Hay, obviamente, muchos más temas de fondo. Si perdemos el miedo a abordarlos, podemos ir desarrollando una creciente consciencia de nuestra responsabilidad compartida por las condiciones de nuestras sociedades, y a base de esa consciencia, podemos hacerlas mejores.
Quito, 15 de noviembre de 2023
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