
El fundador de los Boy Scouts, Sir Robert Baden-Powell decía, “Trata de dejar el mundo un poco mejor de cómo lo encontraste”. Una versión más amplia de la misma idea había sido formulada anteriormente por el poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson: “Dejar el mundo un poco mejor, sea por un niño saludable, un pequeño jardín o una condición social mejorada; saber que al menos una vida ha sido algo más fácil porque tú has vivido – eso es haber tenido éxito”.
Como sea que entendamos la idea (y más adelante la exploraremos en detalle), mi primera reflexión es que no todos la ponen en práctica. Al contrario, podemos ver muchas evidencias de profundo egoísmo, actitudes y comportamientos hostiles y dañinos, irrespeto hacia los demás y hacia los bienes públicos y la naturaleza, y total ausencia de sentido de agencia social, la idea de que uno es agente, responsable en alguna medida, de cómo es la sociedad en la que vive. En efecto, muchísimos seres humanos no se sienten inclinados a contribuir ni al bien común ni a alguna variante sobre el mejoramiento común.
Esa inclinación puede nacer, me parece, de tres distintasrealidades personales. La primera es la de haber vivido circunstancias negativas y dolorosas que han generado unangustiado deseo de recrear radicalmente la realidad. Gabriel García Márquez lo describe como el deseo de cometer“deicidio”, es decir, matar y reemplazar a Dios, que según el gran escritor colombiano es la fuerza impulsora de todo novelista. La segunda es una propia realidad tambiéninaceptable, pero menos cargada de ira y de angustia, que lleva a pensar que, si uno ayuda a mejorar las circunstancias de otros, también estará mejor. Conozco ésta: cuando era más joven, busqué contribuir a mejorar las deplorables condiciones de nuestras sociedades latinoamericanas impulsado principalmente por el deseo de no vivir en las circunstancias sociales de confrontación, odio, rencor y revanchismo que condujeron al exilio de mi padre y nuestra familia de nuestra Bolivia natal. La tercera, que nace decircunstancias más bien positivas, es un sentido de gratitud,el deseo de dar porque uno ha recibido, que también conozcoporque con el paso de las décadas, la vida ha sido enormemente generosa conmigo, y deseo corresponderle, profundamente agradecido.
Una cuarta fuente de contribuciones a mejorar el mundo, en la que ya no opera el consciente deseo de hacerlo, está enraizada en el natural funcionamiento de la mente humana, que es espontáneamente curiosa, imaginativa, creativa, capaz de descubrir, inventar, desarrollar nuevas posibilidades a partir de lo ya conocido y existente. Copérnico no propuso la idea del universo heliocéntrico, ni Newton la teoría de la gravedad, ni Einstein la de la relatividad, ni el Doctor Fleming descubrió los antibióticos porque buscaban mejorarel mundo, aunque sus contribuciones sin duda lo mejoraron.
Me he preguntado si es una obligación moral preocuparse por “mejorar el mundo”, y creo que no lo es. La bondad humana no necesariamente debe ser expresada positivamente. El imperativo ético puede, a mi juicio, expresarse en términos puramente negativos: con solo cumplir fielmente el mandato de no hacer daño - no mentir, no robar, no lastimar, no abusar – creo que un ser humano cumple con su esencial obligación moral, aunque no hiciesenada para tratar de mejorar el mundo.
Pero, reconociendo que no todos buscan hacerlo, y que nadie está obligado a hacerlo o a quererlo hacer, el deseo demejorar el mundo nos convoca a muchos. Se vuelveinteresante, en consecuencia, explorar qué quiere decir, en grano fino, “mejorar el mundo”, y luego, cómo podemos contribuir más eficazmente a hacerlo.
Comencemos analizando las propuestas de Emerson: “un niño saludable, un pequeño jardín, una condición social mejorada, al menos una vida algo más fácil”. Son propuestas nobles y valiosas, a base de las cuales muchas personas de gran generosidad hacen mucho bien. Pero me parece que no plantean, propiamente, “mejorar el mundo”, sino solo“mejorar en algo las vidas de otros”.
Por irónica coincidencia, justo en el tiempo en que Emersonvivió (1803 a 1882) comenzó un proceso nunca antes experimentado en toda la historia humana, que realmente “mejoró el mundo”. Como señalé en un reciente artículo, en los dos siglos entre 1820 y 2020, la pobreza extrema en toda la humanidad bajó del 80 al 10 porciento, el analfabetismo del 90 al 10 porciento, la mortalidad de niños antes de los 5 años de edad del 43 al 4 porciento, y la proporción de la humanidad que vive bajo regímenes democráticos subió del 1 al 60 porciento, para mencionar solo algunas de las más notables expresiones de “un mundo mejor”.
Detrás de ese fabuloso progreso, al cual han contribuido millones de seres humanos, se encuentran miles y miles y miles de avances en nutrición, salud, conocimientos científicos, técnicos, tecnológicos y sicológicos y su aplicación práctica, educación, comunicación, producción, transporte, productividad y generación de riqueza, relacionamiento humano, apertura de oportunidades, cuidado de la naturaleza, y muchos, muchísimos otros campos del pensamiento y la actividad humana. No hemos logrado solo“un niño saludable, un pequeño jardín o una condición social mejorada”. Hemos logrado cientos de millones de niños y adultos inmensamente más saludables, condiciones sociales mejoradas para una vasta mayoría de la humanidad, y jardines y cultivos capaces de alimentar a toda la humanidad(aunque aún no distribuimos adecuadamente los alimentosque producimos) a pesar de que, entre 1820 y 2020, la población humana creció casi 8 veces, de 1.000 a 7.840 millones de habitantes.
Todo esto ha ocurrido en una de las dos dimensiones de “un mundo mejor”, que denomino la “exterior”. Comprende muchos elementos obviamente externos a nosotros - teorías, conceptos, instituciones, equipos, laboratorios, campos, fábricas, vehículos, libros, computadoras, celulares, alimentos, medicinas, y tanto, tanto más - y comprende también partes de nosotros – el estado general de nuestros cuerpos, ojos, oídos, que, rescatando por un momento la clásica dualidad cartesiana, podemos, propongo, también concebir como “exteriores”.
¿“Exteriores” a qué?
Al mundo interior, el del espíritu, las emociones, el bienestar sicológico, la paz del alma. En esta dimensión “interior”, son contundentes las evidencias de que hemos progresado muchísimo menos que en la “exterior”. En el Segundo Prólogo a su libro El miedo a la libertad, Erich Fromm ofrece un lapidario comentario al respecto: “El cerebro del hombre vive en el siglo veinte; los corazones de la mayoría de hombres siguen viviendo en la Edad de Piedra”. A pesar de los inmensos y muy loables progresos que la humanidad ha logrado en los últimos dos siglos en la dimensión exterior, en esta otra, la interior, millones de seres humanos, probablemente la gran mayoría, siguen sufriendo intensos dolores emocionales, temores, angustias y desvelos que no les permiten sentir paz en el alma. Y como consecuencia directa, una porción inmensa de la humanidad sigue presa de violencia - doméstica, pública, intergrupal, interétnica, internacional - de infelicidad intensa y de desesperanza.
Quienes sentimos la inclinación a tratar de hacerlo podemos, aún hoy, contribuir a dejar mejor el mundo en la dimensión“exterior”, en la cual, con todo lo que hemos progresado en dos siglos, falta muchísimo por hacer. Podemos contribuir a que se distribuyan mejor y, muy importantemente, no se desperdicien, como en efecto ocurre en niveles alarmantes, los alimentos que en conjunto producimos. Podemoscontribuir a la cruzada ambientalista, desde la acción mínima de reciclar adecuadamente la basura doméstica, hasta participar en acciones de gran impacto como la limpieza de playas, ríos y los enormes remolinos de basura humana en los océanos (los llamados “gyres”), que son de tan colosal tamaño que pueden ser vistos desde el espacio. Podemos trabajar para mejorar la educación, donando libros y materiales educativos; enseñando o brindando tutorías en centros de nivelación escolar y universitaria; organizandogrupos que “adopten a una escuela”; impulsando el incremento de los presupuestos públicos para la educación, muy especialmente para la formación de profesores que instauren sistemas de educación liberal en reemplazo de la que todavía prevalece en nuestras sociedades, que es espantosa, impositiva, memorística, humillante, atada al lema de que “la letra con sangre entra”. En el ámbito económico, podemos trabajar para desterrar los abusos que cometen de un lado empresarios retrógradas – los que evaden impuestos, los intermediarios que abusan de pequeños productores agrícolas, los patronos que no afilian a sus empleados en la seguridad social o no pagan las respectivas contribuciones - y de otro lado los miles y miles de empleados improductivos y ociosos enquistados en las burocracias públicas y privadas; renunciar a subsidios que sabemos, en consciencia, que no necesitamos; descartar la destructiva noción de “la lucha de clases” y, al contrario,estimular la sana colaboración entre el capital y el trabajo e impulsar la inversión privada, que es la que genera empleo, crecimiento económico y oportunidades.
Sí … es mucho lo que podemos hacer para mejorar el mundo en esa dimensión “exterior”, y son muchos, muchos los que, pudiendo hacer algo, no hacen nada.
Pero es en la dimensión “interior”, aquella vinculada con la salud mental y emocional y la paz del alma, en la que creo que podemos hacer aún mucho más para mejorar el mundo.
¿En qué consiste “hacer mejor el mundo” en ésta, la dimensión interior?
Planteo que consiste en estimular la formación de mejores seres humanos, personas más maduras, conscientes, responsables, honestas con sí mismas y con los demás, consideradas, amables, generosas, llenas de amor con el cual iluminan a todos a su alrededor, hábiles para el manejo de sus emociones y de sus conflictos.
¿Cómo?
Primero, asumiendo la responsabilidad personal de tratar de ser mejores personas, que comienza con dejarse de excusas, de auto-compasión y de subestimar las propias capacidades, y, a partir de ese comienzo, pasa por identificar con objetividad y honestidad en qué debemos trabajar para eliminar nuestras deficiencias personales, encontrar la mejor manera de hacerlo, hacer los grandes esfuerzos que seránnecesarios, celebrar los avances cuando se den, y no perder de vista la meta cuando surjan barreras y desalientos.
Y segundo, tomando consciencia de nuestra capacidad para influir positivamente en otros. La interacción entre seres humanos es con frecuencia áspera, tensa, llena de enojos, críticas, reclamos e inculpaciones. Pero no es siempre así, y podemos hacer el esfuerzo para que lo sea aún menos. En las vidas de todos nosotros se dan, o podemos crear, momentos tranquilos en los cuales se hace posible apoyar el crecimiento interior de quienes nos rodean, honrando siempre su dignidad, aplaudiendo sus esfuerzos y logros, brindando comprensión ante sus dolores y frustraciones, estimulándoles a reflexionar y a asumir agencia y responsabilidad moral por sus propias vidas y por los efectos que tienen en las vidas de los demás, y, sobre todo, introduciendo en sus espíritus la luz de la bondad y del amor.
Quito, 24 de julio de 2024
Comments